29 enero 2013

Resumen de llovizna




Pared robusta, de enredadera morada, parte de ella entre ocre y verde.
Redundante de brazos y frutos inservibles, a mi juicio, la palmera ostenta su altura casi recostada a la mampostería, sobrepasando la altura del techo con caída al norte. Tanques de agua, caños plásticos de aireación, palomas con cables bajos sus patas, transportes de luz, teléfono y televisión.
Terraza con cerca de tejido negro, ficus contiguo, plantera de orégano, cuerda de la ropa, humedad después de la llovizna, ventanas cerradas, niños guardados, aburridos, insoportables o sumisos, juguetes en el piso, debajo de la mesa, en el sofá, un televisor escupiendo sus intereses de todos los días, si no hay basura la inventan.
Miro el cielo nublado, las palomas que visitan al niño de la terraza hoy están ausentes. Una pelota mojada me observa, la empujo suavemente y rueda por las baldosas rojas. El tendedero ni yo proyectamos sombra, el sol sigue oculto y abajo en la vereda, un perro ladra hacia un desprevenido y apurado caminante que lo insulta como si esperara respuesta. Le hacen eco, o simplemente un coro, otros canes que llegan desde enfrente a meterse solidarios en lío ajeno, uno con pelo de felpudo y el otro tuerto del ojo derecho. El pobre tipo apura su paso y detrás mío siento que las brasas me impacientan en la parrilla, donde un par de pescados siguen fríos. Supongo tibias críticas en los comensales que esperan. Todo tiene su tiempo y un vino a temperatura ambiente me acompaña con su abrazo cómplice, su color dorado apenas cubre el fondo del cristal que lo contiene solo en breve porque un trago generoso acabará con el, y no iré por más, para no responder por la tardanza de la comida a mi cargo.
No encuentro figuras ni objetos para repasar en mi contemplación obligada, y a pesar de este resumen los minutos consumidos fueron muchos, y donde la transición del asado lento estaba venciendo mi seguridad interior, por eso le di trabajo a mi mente. Ahora  apuro el fuego, siento que chirría la generosa carne de río, dos bogas de buen aspecto, es una buena señal. Escucho la puerta y pasos de alguien que viene a preguntar, creo no equivocarme y el argumento será a boca de jarro, ¿cuánto falta para poner el menú sobre la mesa?.    
                                                                                                      José  López Romero.

3 comentarios:

Gizela dijo...

Muy buena descripción!!!
Mucho más que un resumen!
Tan, pero tan buena, que llegó también, el olor rico del asado
Abrazo!

Narci M. Ventanas dijo...

Todo un escenario vital pintado con palabras.

Saludos

Narci M. Ventanas dijo...

Ingenioso contraste entre el estatismo y casi sordidez del escenario que parece estar siendo interiorizado por quien lo contempla, y ese dinámico desenlace, tan simple, tan humano, como la entrada del familiar o amigo reclamando las viandas.

Buen trabajo.
Saludos

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