miran por encima del mar,
meten su corazón en las profundidades.
Los papeles blancos, de mi
camino en la oscuridad, antes,
no me regresaron al punto de
partida, y vagué perdido.
Sé que las piedras aprietan
hojas, las defienden del viento,
del mundo que no las
contempla, porque yacen, aparentemente muertas.
Sé, que siempre llega una
canción, y un destino,
para los pasajeros de una
noche infeliz,
por más que viejas culpas
naveguen por sus corazones desgarrados.
Mis páginas se traslucen,
todavía huérfanas,
me repito y reclaman su
boleto,
presagian latitudes lejanas,
aunque las adivino inexactas.
Imagino el coraje de un
pescador en la bahía de almas,
alguien partirá al
atardecer, para buscar el eco de otros pasos,
o los propios que inventaron
distancias,
y pañuelos resplandecientes
al sol, en despedida.
Los planes de dios van y
vienen por un pasillo estrecho,
entre las habitaciones de un
hotel de mala muerte, ¿por qué no?
Nadie puede negar una
situación tan particular,
el sacrílego también ha
pagado su peaje,
igual que el buen cristiano
de la hostia,
ambos atropellando sus potenciales
virtudes comprometidas.
Los pensamientos se diluyen,
desaparecen, se esfuman,
son globos en el aire, fantasías
coronadas que buscan el rincón perfecto.
Están en alguna parte, es
posible hallarlo y comenzar de nuevo,
Si hay tiempo de intentar
otra rutina con olor a eternidad. Solo eso.
Fotografía y texto de José López Romero. Esperanza, Santa Fe, Argentina
3 comentarios:
Muy bueno!!!
Me ha encantado...
Ciertamente, los planes de Dios van y vienen y nosotros siempre vamos...hacia un nuevo intento
Abrazo
José, siempre es posible pensar en la eternidad.
Te dejo un abrazo.
El lugar me parece familiar, como el arroyo que me vió crecer.
Suelo regresar a repasar las huellas a este sitio que sigue casi dormido, quiero insistir en reanimarlo, pese a cualquier contingencia. Las puertas están abiertas, por qué no veo luces ni escucho voces.
Publicar un comentario