23 septiembre 2008

La felicidad es cosa de locos.


Hay días en los que parece no podemos cargar con la vida que nos ha tocado, días que más que amargos o tristes, son grises y vacíos de todo sentido o razón. En esos días buscamos a qué cosa aferrarnos, y entonces caemos en la cuenta de que no tenemos nada o casi nada que valga la pena, y nos espantamos de haber vivido tantos años para nada. No creo ser pesimista a pesar de lo dicho. Es que vivimos siempre de manera inconsciente, sacándole a la existencia lo que podemos, pensando que es mucho o bastante, hasta que caemos en el bache, se nos abren los ojos y la verdad nos espanta, nos roba por instantes la cordura y nos sumerge en un mar de melancolía.
A cada uno le toca lo suyo, se dice por ahí, y es cierto, pero nos toca también lo que es de todos; es decir, lo de esta humanidad, o lo del pueblo del que somos parte, o lo de la tribu o grupo social al que pertenecemos. Y todo eso se junta para hacernos patente que nuestra condición humana es más que abstracción, más que concepto; es peso, carga inmensa, que se asienta en los hombros de toda criatura.
Lo primero que experimentamos en esta vida es la ausencia. Lloramos siempre una pérdida. La tristeza acompaña siempre nuestros años. Con el tiempo esta presencia se vuelve tan habitual que nos familiarizamos con ella, y podemos vivir ignorándola un poco. Sólo cuando sus dientes se clavan en nuestra carne caemos en la cuenta que no ha dejado de acecharnos.
¿Tendrá cabida entonces lo que llamamos felicidad? Parece posible que sólo los locos consiguen ser felices. Los que olvidan, los que sueñan, los que parecen estar más allá de todo. Esos sobreviven a cada golpe con una mirada extraña y perdida, una mirada que parece estar más allá del tiempo y del espacio. Como si vieran a Dios en el horizonte.
Por gente así están salvadas las grandes ciudades.

5 comentarios:

mj dijo...

Es cierto, de alguna forma por esos momentos tristes y de vacío pasamos todos. Y es cierto que lo primero que nos hace sufrir siempre es la ausecia de algo o de alguien. Pero pienso que hay que abrazar a esos días grises y es donde tiene que entrar en juego la comprensión hacia nosotros mismos. Y tu sabes muy bien que una vida interior nos permite caminar en la oscuridad sin perdernos radicalmente...a pesar de que la melancolía llame de vez en cuando a nuestro corazón y nos haga caer...
´Quizás los locos y los soñadores son los cuerdos porque saben mirar más allá...y puede ser que sí vean a Dios...
Manuel, puede ser que te esté afectando el otoño español???
Un abrazo muy grande
MJ

Anónimo dijo...

¿no dicen que la verdad nos hará libres? pues apuesto el alma a que la felicidad es eso: esa verdad y esa libertad

si la gente luego te cree loco, allá ella

Pedro Estudillo dijo...

Me hiciste palidecer cuando empece a leer tu inquietante entrada... hasta que llegue al último párrafo y de nuevo se me iluminaron los ojos. Ahora lo se con seguridad: estoy tremendamente loco... y me alegro mucho por ello.
De loco a loco, un enorme abrazo.

Unknown dijo...

La felicidad existe, pero sólo por momentos; y la hacemos con nuestro ser libre, viviendo la alegría, siendo positivo, en lo posible, dando amor a otro ser humano, a un animalito, a una planta, et.

Manuel aprendamos siempre, abrazos, Julia

josé lopez romero dijo...

Es un regalo del más Grande imaginar reflexionando con personas que dicen lo que llevan dentro, que lo descargan para conocerse y saber quienes andamos en las cercanías. Al menos yo lo siento así y me cuelo por la zaranda de los que andan de cables deshilachados y de los que manipulan de buena leche los sueños como si fueran arcilla en una búsqueda incandescente que jamás será estéril por las cosas que provocan, aunque a primera vista pareciera que fueran pocas. Esto es parte de la felicidad que dificulto encontremos completa, porque somos mundo y este tránsito que nos lleva va por un hilo delgado, depende de lo que hagamos por engrosarlo y en eso se nos va la vida, grano por grano y reímos y lloramos, pero jamás bajamos de su rollo ni dejamos de andar por el, Manuel, hermano, mi afecto.

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