16 junio 2015

entre cantos y duendes

No necesito estar solo para cerrar los ojos y pensar, aún para soñar sin estar dormido. En voz baja estiro hipotéticamente mis letras para una melodía que me espera en el pueblo querido de Francia, Plerin, muy cerca del Mar de la Mancha, donde pisamos una de sus playas  brevemente. Estábamos con Pablo y Martha, Anne, Chantal y Francois. Aún sigo por allá caminando Les Rosaires o perdido en bicicleta con Jean Noel, el tío de Nantes, padre de Gwen. Canto todavía a la mesa de una casa mágica de piedras como jamás había visto, en el grupo está Katherina con sus cinco idiomas. Jean Claude, a quien pienso un corsario en su velero navegando el Atlántico y contando mil historias que no entiendo pero percibo por su entusiasmo tan vivo. El puerto de Vannes y los fuegos artificiales coronados por la música antigua de los celtas, guitarras, percusión,  acordeón y bombardino y el baile típico donde todos danzan unidos y por eso creo en el espíritu de los duendes y un posible regreso que alimento. Cantan los grupos tradicionales canciones de marineros, abrazados y alegres por la humanidad que los reviste y por las razones del buen vino.  
                                           Gráfica y Texto de José López Romero

1 comentario:

Walter Portilla dijo...

Me admira tu constancia, José, y tu pluma. Un abrazo.

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