Me precipito en el interior de un tornado con los ojos muy abiertos, pero con la extraña seguridad de que nada malo puede ocurrir. Me siento un ser privilegiado.
Ante mí se abre todo un nuevo mundo, rebosante de extrañas sensaciones, colores cegadores, multitud de formas sorprendentes y desconocidas. Me pierdo por todos estos planos de existencia, tan distintos, tan parecidos... tan complicados. Me divierto colándome entre las diversas dimensiones, adoptando posturas imposibles, imaginando ser de otro universo, un espíritu supremo, un niño ingenuo y caprichoso que juega en la soledad de su inocencia.
No puedo entender nada de lo que me está ocurriendo, pero apenas me importa; tan sólo disfruto cada momento, paladeo cada emoción como la más dulce golosina; me siento el rey de la creación y no deseo que nada enturbie mi éxtasis onírico. Nunca hubiese imaginado que el verme libre de la materia podía ser lo mejor que me pasase... ¡con lo que luché para que no ocurriese...!
Pronto comprendo que nada de lo que me rodea es nuevo, y que este paraíso de sensaciones no se ha hecho sólo para mí; ya existía mucho antes de que fuesen formados cualquiera de los átomos que componen ahora mi sustancia etérea, y, al igual que yo, por aquí flotan miles y miles de conciencias de los más insólitos orígenes y exóticos mundos, deambulando en la inmensidad de lo infinito.
Pero todo esto volverá a sucumbir en el pozo del olvido... nuevamente... como tantas otras veces habrá ocurrido; ¡a saber cuántas! Dejándome a merced de una memoria limitada por la viscosidad de sus efímeras neuronas mortales.
Ahora me veo otra vez perdido en la realidad de un universo insustancial, vagando por parajes cuánticos, vibrando al son de una sinfonía cósmica interminable, con toda la eternidad por detrás y la nada por delante, en espera de ser recibido una vez más por otro pedazo de carne maloliente, donde de nuevo tendré que ser testigo de su putrefacción, encadenado a un tiempo doloroso e implacable, hasta volver a conseguir esta libertad gozosa, la única genuina y más anhelada: la libertad de ser, y sólo ser.
3 comentarios:
A veces pienso que tenemos que amar a la materia con todo nuestro corazón porque eso también es parte de nosotros y de lo que somos.
Es parte de nuestra aventura aquí...
Me ha gustado leer esto tuyo Pedro, mucho...
Un besico
mj
De una profundidad lo que nos dejas, Pedro, que asombra y enriquece.
Te dejo un abrazo.
Alicia
Increible, es lo mismo por lo que he pasado yo esta semana pasada. Saber que existe un mundo que no vemos y que en un instante podemos sumergirnos en él. Descubrir nuestro yo más profundo, liberarnos del miedo.
En mi caso ha sido de la mano de la abuelita, mi primer viaje para conocerla, pero espero que no el último. Tengo tanto que aprender, tan sólo con dejarla que me muestre mi yo más profundo.
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