26 octubre 2008

Significaciones hondas.

He leido hoy esta frase en un suplemento del periódico: "Escribir consiste en hallar significaciones hondas en aquellas parcelas de la vida que el común de los mortales considera rutinarias" (Juan Manuel de prada). Pensaba en ella mientras caminaba por la Gran Vía, retornando de La Casa del Libro, donde suelo pasar algunas tardes de domingo, pues en un portal estaba un señor vestido de payaso, con un cartel delante que decía. "Pido para comer y para pagar la pensión". Su ropa nada tenía que ver con su estar: era un payaso triste, un payaso que casi daba ganas de llorar, y al que nadie quería mirar, como si al hacerlo un río de pena fuera a desbordarse dentro. Me hizo pensar en la enormidad de estas ciudades en las que viven una multitud de seres diferentes, llevando cada uno su propia carga, a menudo tan solos, aun estando en medio de tantísima gente. La soledad de un desierto ha de ser tremenda, pero la soledad en medio de la gran ciudad es mucho más terrible. Y al mismo tiempo, siempre me ha gustado el anonimato de las grandes ciudades. Es lo que ya no me gusta de la Habana, que es una aldea, en la que te encuentras en todas partes a las personas de todos los días. Me gusta desaparecer en la multitud. Por eso la soledad es paradojica, puede ser desamparo y refugio al mismo tiempo. Y luego, otro detalle que llama mi atención, venido al fin de otro hemisferio y otro mundo: cuando veo dos hombres tomados de la mano. Pienso en mis años de universidad en la Habana, cuando la policía perseguía con verdadero empeño a los que manifestaban de algún modo su diversidad sexual. No quiero pronunciarme aquí ni a favor ni en contra del tema, por prudencia y porque mi condición me pide silencio, pero no dejar de decir que al verles, caminar así con plena libertad, el corazón se me estremece. Creo que por venir de donde vengo amo la libertad aun más que la verdad, aunque sin renunciar a esta última, y veo, en esos pequeños detalles de la vida cotidiana señales espirituales de un mundo que ríe y que llora. Un mundo que sin ninguna duda, es mi mundo, el mundo que amo.

5 comentarios:

mj dijo...

Así es mi querido amigo Manuel el mundo que amamos...pero no por esa libertad se es a veces más feliz. Predomina el individualismo y la soledad de esta manera vivida es como una enfermedad.
Pero como bien dices, la soledad es paradodojica, también es un refugio y una liberación para algunos...alimento y sustento...

Me agrada verte en casa, nuestra casa...sé que dispones de muy poco tiempo y que es un esfuerzo en este momento para ti atender otras cosas...pero me gusta tenerte conmigo...con todos nosotros.
Un abrazo enorme.
MJ

Pedro Estudillo dijo...

Veo con agrado que este espacio se está conviertiendo en un grito unánime a favor de la libertad. Yo comparto este sentimiento y me uno a él.
En efecto Manuel, aunque ahora escriba desde la soledad de mi hogar, ahora mismo me siento acompañado por una multitud que me arropa y me comprende... y me siento encantado.
Gracias por dejarnos tus hondas significaciones de la vida.
Un abrazo.

el piano huérfano dijo...

Magnifico relato, hace poco estuve en Cuba y es cierto que hasta que no te quitan la libertad, no entiendes el segnificad que tiene, aún asi, cada uno de nosotros por temas personales, culturales, sociedad, luchamos por conseguir mayor libertad

Gracias por tu escrito, y por darme la oportunidad de leerte.

Pedro y yo como siempre, hemos cruzado en el comentario


un abrazo fuerte y libre

Anónimo dijo...

manuel, esto es la primera vez que me pasa en los blogs: vivo al lado de la gran vía y acabo de ver a ese mismo payaso hace cosa de una hora

saludo

s

josé lopez romero dijo...

No quiero agregar palabras a lo que me ha despertado Manuel con su texto, tan "de carne y hueso". Tal vez se me atraviesa algo, seguro por mal entendido de mi parte, cuando dice de los encuentros repetidos en su Habana. Lo expreso con respeto y sin ánimo de polemizar al respecto ya que soy casi un intruso en este sitio pero, cuánto amo Padre, caminar mis calles con los rostros que aún están y viendo en cada tramo la mirada de aquellos que nos atraviesan por ahí con sus espíritus que extrañan nuestros abrazos como yo los extraño, ese calor del pueblo que miran de lejos, o no sé, disculpa Manuel.

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