28 septiembre 2008

perfume de recuerdos

La calle sigue siendo de tierra, con los mismos vecinos y los árboles que antes estaban. Su mirada clara aún sigue en mis ojos aunque no la haya conocido ayer, unas fotografías me dieron esa suerte. Después fue imposible olvidarla y el domingo Verónica cumple veinte años. No quiero expresarme en pasado y recurro a la fantasía para que me despierte una forma distinta de acompañarla. Sé que ella anda allí mimando sus flores y revoloteando con su espíritu de mujercita, juntando perfume de recuerdos, inventando escondrijos para descansar y luego salir a encontrar sus afectos de todos los días. Me acurruqué en mis pensamientos y distante vi el rostro del silencio pasear su languidez, andar sobre mis muros con su reloj infinito que no marca el tiempo de nadie. Que recopila nombres y retoca risas a su paso, con un enorme pincel de hielo que cristaliza el alma de los que mienten. El silencio tiene aliados y en ocasiones es reflejo de la muerte, sinónimo de amores aflorando desde la vergüenza. Mis palabras suenan confusas cuando quiero ser claro, pero nadie enseña a domesticar ausencias ni a decirlas con propiedad cuando talla el dolor. “A pesar de todo, tus ojos siguen transparentes y felices, los míos intransigentes y tristes, por la sociedad ficticia de la lengua, pechos que no palpitan, semejante a un río extrañamente dormido. Aquellos días eran de pájaros que no faltaban a la cita, y todo quedó pintado en el corazón de quienes te amaron de verdad. Tú entiendes, y en complicidad diremos que sólo fue un cuento donde muchos aprendimos a conocer el “otro yo” de quienes sumaban ambiciones, hipocresía y poder, y lo siguen haciendo. A los que se adueñan de las decisiones que oscurecen la realidad por un haber a su cuenta personal, que igual no les alcanza para comprar una dignidad comprobable. Estás aquí ahora, somos uno frente a frente, nos miramos y sin decir nada, preguntamos por las palabras que no aparecieron. Otra vez sucede que no hay conclusiones que valgan y resignados pero no vencidos, dejamos que los fantasmas vuelen con sus cobardes escamas de moneda. Afuera sigue la calle, el alud de sentidos sujetos a ruidos y sueños que amasamos en el libro común que no tuvo en cuenta tus virtudes ni nuestros deberes de ciudadanos. Quienes quieran lo entenderán.Tus canciones, libros, dibujos y notas siguen intactas en la memoria de Mabel, tu mami, que me cuenta mientras el siberiano nos mira como si entendiera que hablamos de vos. Las flores que traías de la “abue” mezclan su otoño permanente entre las tarjetas que le regalaste, pero el rincón de las florcitas para hacer comida de muñecas ya no existe. Estás en otros lugares aunque digan que fuiste a un sitio más lindo muy lejos de la ciudad, después de curar algunas heridas. ¿Sabés que Antonella, tu fiel amiga, no olvidó que una vez le contaste del cumple de tu mami y por eso viene cada 19 de noviembre a saludarla? Un día iré a la casa de Nuevo Torino y te veré abrazando los perros junto a Fernanda y Guillermo, regando las lambertianas o proyectando con el “Gringo” Miguel la futura plantación de nogales. ¿Te acordás de aquél dibujo de la ballena franca en extinción, que preparaste para la escuela?, seguro hubieras sido una férrea ecologista o una maestra super amiga de los chicos, o profe de educación física. Los ojos de tu vieja no mienten y la descubro esquivando unas lágrimas. Pretendo interpretar su sentimiento, soy un grandote con alma de ingenuo y confieso, me duelen los descuidos cínicos del progreso que se enmascaran como cosas del destino”.
El sol ya está metiendo sus dedos por la ventana reflejando mi amado verde y mis queridos pájaros que regresan puntualmente. La madrugada comienza a desaparecer, es apenas un filamento imperceptible, lujosamente plateado, como rastro de caracoles diminutos que atraviesan una ruta vieja y solitaria. Por la rotonda del pueblo hacia el oeste, una rubiecita de cabellos atados y mirada cristalina, anda en su bici rosada. Busca un cielo limpio para los pibes del mañana, estrellas que no pierdan temprano a sus niños, en plena siembra de primavera. Pedalea y no ceja en su empeño, sabe que es posible y lo hallará. El atardecer la sorprende escribiendo versos entre sonrisas; a lo lejos, al otro lado de la capilla, escucha las voces de su querida familia.
(José López Romero)

5 comentarios:

ade dijo...

- Auno mi corazón con el de Mabel, sabiendo que nada será suficiente.Abrazo al poeta que nos cuenta esta historia y también se que no alcanza. Vierto lágrimas mirando al cielo y el cielo quiere; pero está tan triste que no puede responder. Ade

Pedro Estudillo dijo...

Verónica se encuentra aquí, en la memoria, nuestra fiel compañera de viajes. Ahora tambièn está con todos nosotros, gracias a ti, y a tus perfumes de recuerdos.
Hermosas palabras para esa también hermosa rubita que ahora nos sonríe desde ese lugar privilegiado en el que se encuentra.
Un fuerte abrazo, amigo.

Carlos dijo...

Me ha emocionado este post, de verdad. El viernes mi padre tambiçen se fue al cielo después de haber luchado contra una cruel enfermedad, solo tenía 50 años. Son días muy duros pero tenemos que afrontarlo con resignación, la vida es así de dura.

mercedes saenz dijo...

M.José: Que bueno es pasear por tu blog. Me gusta mucho. Este cuento de José me encanta. Estuve un rato en Semillas. Te dejé algo escrito. Un abrazo. Mercedes

Nora dijo...

Bonito cuento del alma José. Muy encantadoras las metaforas. Un abrazo!!! Pasión.

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