Una suma de historias hace un extenso libro, aún cuando se confundan el honor, la mentira y la unión que no es común entre las orillas opuestas del olvido. Sus páginas alimentadas de hechos reales salen de quienes todavía esperan respuestas, parados en los extremos de un puente que no termina de atravesar el ancho río de la miseria y el desencuentro. Los años pasan en vano y los registros de la memoria no perecen, por más que sean ocultados por el manto sin piedad de un corazón que no se juega y solo hace su negocio pensando que ha firmado un contrato a perpetuidad.
Aquél 24 de Marzo de 1976 sigue siendo la triste evocación, de donde las peores prácticas políticas, civiles y de corte castrense, una minoría se apropió de la vida de cualquier ciudadano sin juicio previo, tan solo por la mínima presunción de causa ilegal, que de no existir se inventaba. Así en las sombras eran sorprendidos en horas inusuales aquellos hermanos nuestros que desprevenidos sufrían secuestro o directamente la muerte en un enfrentamiento fraguado de antemano con frialdad y sistema.
Jamás será suficiente o repetitivo, rememorar el horror que sobrevino tras el derrocamiento del gobierno democrático en 1976. Donde el pueblo había elegido se encaramaron las armas y a partir de allí, un proceso militar sediento de sangre cobró su peaje. Los uniformados de entonces estaban reflejando impunemente el modelo acuñado por los golpistas de 1930, del 55 y del 66, que esta vez implementaron con brutalidad hasta el genocidio, del que nos quieren distraer, porque todavía no se sabe absolutamente todo.
La justicia y la misericordia quedó de lado bajo el discurso de las balas y los métodos que invocaban, como es sabido, una cruzada en nombre de Dios.
Fue la misma barbarie que borró a nuestros aborígenes en la gesta del desierto que de gloria no tuvo nada y significó se apoderaran de un inmenso territorio para depositarlo en manos amigas del poder de turno.
No es un oprobio para este rincón donde edificamos los mejores recuerdos, citar una época signada por la crueldad de la tortura, la apropiación de los hijos nacidos en cautiverio, el silencio a punta de fusil, el secuestro y la muerte de miles, casi la población de nuestra ciudad, que luego fueron caratulados sin escrúpulos como “desaparecidos”.
Nadie con su mente limpia puede avalar estos sucesos y seguir sintiéndose humano. Extrañamente o no, hoy se escuchan voces que guardan fidelidad a tales vejámenes y cuestionan los derechos ciudadanos pisoteados en el ayer. Antes que reconsiderar el sistema de nuestra aparente sociedad para una vida mejor en que todos nos veamos contemplados, se clama abiertamente y sin sentido de culpa, por más muertes.
Somos un país que en el nacimiento de su organización ha dado oportunidad a infinidad de extranjeros a lo largo de su historia, incluso en desmedro de los naturales de la tierra a quienes no se brindaron privilegios semejantes.
Recurro a un escrito de Sáenz Quesada que no ha perdido vigencia y concuerda con estas reflexiones al preguntarse, “cuál es la secreta arquitectura de los odios que oponen a una comunidad que profesa una religión, una cultura y tradiciones”. Luego confluye su cuestionamiento al plantear que hubo vencedores y vencidos en un medio convulsionado, que después enseñaron a los suyos la desconfianza, el menosprecio y el rencor, por eso la paz es siempre frágil y la violencia sigue latiendo a la vuelta de cualquier esquina.
En memoria de los más de 30.000 desaparecidos de mi Patria Argentina y en especial a los amigos de mi ciudad, Jorge, Sergio, Cecilia, "Panchi" y Luis. (José López Romero)
Aquél 24 de Marzo de 1976 sigue siendo la triste evocación, de donde las peores prácticas políticas, civiles y de corte castrense, una minoría se apropió de la vida de cualquier ciudadano sin juicio previo, tan solo por la mínima presunción de causa ilegal, que de no existir se inventaba. Así en las sombras eran sorprendidos en horas inusuales aquellos hermanos nuestros que desprevenidos sufrían secuestro o directamente la muerte en un enfrentamiento fraguado de antemano con frialdad y sistema.
Jamás será suficiente o repetitivo, rememorar el horror que sobrevino tras el derrocamiento del gobierno democrático en 1976. Donde el pueblo había elegido se encaramaron las armas y a partir de allí, un proceso militar sediento de sangre cobró su peaje. Los uniformados de entonces estaban reflejando impunemente el modelo acuñado por los golpistas de 1930, del 55 y del 66, que esta vez implementaron con brutalidad hasta el genocidio, del que nos quieren distraer, porque todavía no se sabe absolutamente todo.
La justicia y la misericordia quedó de lado bajo el discurso de las balas y los métodos que invocaban, como es sabido, una cruzada en nombre de Dios.
Fue la misma barbarie que borró a nuestros aborígenes en la gesta del desierto que de gloria no tuvo nada y significó se apoderaran de un inmenso territorio para depositarlo en manos amigas del poder de turno.
No es un oprobio para este rincón donde edificamos los mejores recuerdos, citar una época signada por la crueldad de la tortura, la apropiación de los hijos nacidos en cautiverio, el silencio a punta de fusil, el secuestro y la muerte de miles, casi la población de nuestra ciudad, que luego fueron caratulados sin escrúpulos como “desaparecidos”.
Nadie con su mente limpia puede avalar estos sucesos y seguir sintiéndose humano. Extrañamente o no, hoy se escuchan voces que guardan fidelidad a tales vejámenes y cuestionan los derechos ciudadanos pisoteados en el ayer. Antes que reconsiderar el sistema de nuestra aparente sociedad para una vida mejor en que todos nos veamos contemplados, se clama abiertamente y sin sentido de culpa, por más muertes.
Somos un país que en el nacimiento de su organización ha dado oportunidad a infinidad de extranjeros a lo largo de su historia, incluso en desmedro de los naturales de la tierra a quienes no se brindaron privilegios semejantes.
Recurro a un escrito de Sáenz Quesada que no ha perdido vigencia y concuerda con estas reflexiones al preguntarse, “cuál es la secreta arquitectura de los odios que oponen a una comunidad que profesa una religión, una cultura y tradiciones”. Luego confluye su cuestionamiento al plantear que hubo vencedores y vencidos en un medio convulsionado, que después enseñaron a los suyos la desconfianza, el menosprecio y el rencor, por eso la paz es siempre frágil y la violencia sigue latiendo a la vuelta de cualquier esquina.
En memoria de los más de 30.000 desaparecidos de mi Patria Argentina y en especial a los amigos de mi ciudad, Jorge, Sergio, Cecilia, "Panchi" y Luis. (José López Romero)
blogs personal:
5 comentarios:
La memoria histórica es necesaria para que toda esa barbarie no se repitan..
saludos fraternos
un abrazo siempre solidario
Siempre ahí, con los tuyos, con la gente, brindando tu vida a los demás, dándole hueco a las cosas que no se olvidan gracias a gente como tú que está continuamente poniéndolas encima del tapete, gritándolas al mundo codo con codo... "...Y en la calle, codo a codo somos mucho más que dos" cantaba Nacha Guevara, y yo, si pudiera estar allí, amigo, me encontraría contigo en la Plaza de Mayo, reivindicando la búsqueda de la verdad y la justicia de vuestros seres queridos desaparecidos. Qué malo es pensar que la humanidad es también ser servidor del mal: aunque nos pese.
Un abrazo solidario.
Los años pasan, pero la pena sigue.
Un abrazo.
También nosotros tuvimos nuestro infierno no hace tanto tiempo... ¿Y qué pueblo no lo ha tenido?
Esa sinrazón sigue repitiéndose por el ancho mundo, ante la pasividad de los que a día de hoy nos libramos, pero que mañana nunca sabremos lo que nos tocará sufrir. Porque parece que no aprendemos.
Bonito homenaje, Jose. Que vaya por todos los caídos.
Un abrazo.
Querido José: Muchos textos he leído sobre el tema, especialmente cuándo se acercan los "idus de marzo". Es un tema muy fuerte. En la particulariidad de tu pluma se me mezclaron en amarga cóctelera, la congoja, la memoria y el dolor.Felicitaciones por el texto José. Es dificil felicitar cuándo algo mobiliza tanto en este sentido, pero atravesó la médula. Un fuerte abrazo. Merci
Publicar un comentario